Entrevista para "El Hogar de la Madre"
Entrevista. Experiencia de un exorcista
D. Javier Luzón
Puertas que se abren al demonio
“Hogar de la Madre” 203 (VII-VIII.2018) 18-23
D. Javier Luzón Peña, sacerdote de la diócesis de Madrid, es también filósofo y profesor de antropología teológica en el Centro de Teología de la Diócesis de Getafe. Desde 1993 hasta 2015, con intervalos, ha ejercido el ministerio exorcístico en la Iglesia, primero en la diócesis de Córdoba y después en Madrid. Es autor del libro «Las seis puertas del enemigo. Experiencias de un exorcista».
Te ofrecemos el testimonio del P. Javier Luzón grabado en el bloque de programas «Entre Profesionales» de HM Televisión, al que puedes acceder entrando en la web http://bit.ly/PuertasQueSeAbrenAlDemonio
¿De qué trata su libro y a quién va dirigido?
A mi entender es el primer manual de exorcística que se publica en la Historia de la Iglesia. Es un manual dirigido a laicos y a sacerdotes, en un lenguaje asequible para aclarar muchas cuestiones sobre las que hay un desconocimiento enorme.
Ministerio de sanación y liberación, ¿hay mucha demanda?
Un dato lo puede aclarar: en Francia, que es un país muy racionalista, en los últimos años han nombrado 90 exorcistas. Es un índice de la demanda tan tremenda que hay.
¿Por qué hay tantas personas afectadas?
Como consecuencia de las prácticas de Nueva Era, del abandono de vida cristiana y de la irrupción de las costumbres animistas y de brujerías de pueblos procedentes de culturas animistas africanas y también sudamericanas donde estas prácticas son muy frecuentes y dejan a la gente afectada.
¿Nos puede introducir en el mundo del ministerio de liberación?
Hay gente que piensa que una persona que tenga una posesión o influencia, algo habrá hecho. A lo mejor no ha hecho nada, es consecuencia de algo de lo que él no tiene ninguna culpa. Por eso hay que discernir. El ataque normal de los demonios es al espíritu, para que nos alejemos de Dios, pero luego los demonios atacan al cuerpo. Este es el tema del ministerio de liberación. Son siete tipos de ataques. La Iglesia ha recibido el poder de Ntro. Señor Jesús para combatir, sanar y liberar a las personas atribuladas por los espíritus inmundos.
¿Cuáles son las diferentes puertas por las que el diablo puede entrar en una persona?
Son siete las afecciones preternaturales (fuera de lo natural) de los demonios contra los seres humanos. Tres son a objetos, animales y plantas y lugares. Es lo que se llama infestaciones. Y cuatro son a las personas.
¿Infestaciones de lugares?
Sí, donde empiezan a experimentarse situaciones raras: objetos que se caen… Recuerdo la habitación de una chica –que vinieron los padres a verme–, donde aquello era una cosa tremenda. Era porque habían estado haciendo güija –los padres no lo sabían– durante año y medio en ese lugar. A veces son infestaciones a objetos, amuletos. Luego puede haber infestación en animales, en plantas… una cosecha que inexplicablemente se pierde de la noche a la mañana, un animal que se vuelve agresivo contra su dueño, cosas así.
Y luego están las cuatro afecciones contra los seres humanos. ¿Cuáles son?
La 1ª es la vejación, lo que le sucedía por ejemplo al Sto. Cura de Ars, que cada vez que venía un penitente de mucho tiempo sin confesar, el demonio le daba una paliza por la noche para que no pudiera levantarse al día siguiente.
Un segundo nivel es la opresión o la influencia diabólicas. Son enfermedades, es un bloqueo, es una ofuscación, inexplicablemente una persona es infiel a su mujer y de pronto queda lo que se llama un amarre, queda atado por otra persona.
En tercer lugar es algo todavía más íntimo: la obsesión diabólica. Obsesión es que tú vas al psiquiatra y te dice: «mire usted, esto no tiene nada que ver conmigo. Esto es una cosa de otro orden». Son obsesiones por temas que el médico dice que no entran dentro de su ámbito de competencia. Y finalmente está la posesión. Cuando el demonio, los demonios –pues suelen ser varios normalmente– toman posesión del cuerpo de la persona.
¿Por qué permite Dios estas vejaciones?
En ocasiones es el interesado, o la familia, la que ha autorizado a los demonios atacar. Pero otras veces no. Como vamos a ver, hay tres puertas en las que el interesado no tiene ninguna culpa y es víctima de aquello, como le ha pasado a muchos santos. Luego, cuando se liberan, el Señor les deja un poder intercesor maravilloso. S. Pío de Pietralcina, por ejemplo, cada vez que lo invocaba en las oraciones, los demonios se aterrorizaban. Muchas veces decían: «¡no, el barbas no!». Ya digo que a veces uno es responsable y otras veces no.
¿Cómo se vence a los demonios?
La victoria es con la oración dirigida a Dios. Es como hay que actuar. No darles protagonismo. Los demonios quieren ser los protagonistas de las personas atribuladas.
Es un ministerio en el que hay que actuar con mucho discernimiento, para discernir por ejemplo lo sobrenatural de lo preternatural, es decir, lo que es una persona que hace un milagro con el poder de Dios, de lo que es un curandero, que cura algo, no milagrosamente, pero sí, mejora, con el poder de los demonios, invocando a los demonios.
¿Cómo distinguirlos?
Pues muy fácil. Si cobran, eso no es de Dios. Y si tienen protagonismo tampoco. La verdadera persona que tiene el carisma de sanación es una persona humilde y además no se le ocurre cobrar jamás. Y, por supuesto, por el ministerio de sanación jamás un sacerdote debe aceptar ningún donativo, nada, absolutamente nada que se parezca a la simonía.
Hay que distinguir el don de profecía de lo que es una pitonisa, un adivino que invoca a los demonios. El profeta es una persona que recibe ese carisma para el bien de los demás. En cambio el adivino, el tarotista, lo que hace es invocar a los demonios, que son los que van a decir lo que sepan y luego van a hacer una maldición, diciendo: «te va a pasar esto». El demonio no sabe lo que te va a pasar pero te maldice para que quedes atado y te suceda aquello porque tú le has autorizado al acudir al tarotista.
Vayamos al tema de su libro: las puertas.
Por la experiencia que he tenido pienso que son seis fundamentalmente: tres de las que uno es responsable (el pecado, el ocultismo y el rencor) y otras tres de las que uno no es responsable (los maleficios recibidos, las heridas de seno materno y las ataduras ancestrales).
Primera puerta: el pecado.
Muchas veces, cuando la gente viene al sacerdote a pedirle oración, vienen pensando un poco que esto es como una varita mágica, un brujo bueno que va a hacer unas oraciones y le va a liberar como por arte de birlibirloque. No, esto no es así. La liberación es un proceso de sanación integral, que requiere primero de todo la conversión. Hace falta poner orden de la vida interior, en la práctica religiosa, si uno está en una situación matrimonial irregular… lo que sea, hay que poner orden. Es lo más importante, ciertos pecados especialmente graves abren las puertas al enemigo para que ataque a la persona que lo ha cometido. Quizá el más problemático es el racionalismo, es decir, la soberbia.
Y si la persona no quiere convertirse, ¿se puede hacer algo?
Mucho. Interceder por él. Cuando el interesado no colabora hay que interceder hasta que empiece a colaborar.
Segunda puerta: el ocultismo.
Por desgracia, hoy día con la invasión de las prácticas de la Nueva Era (New Age) y la venida de mucha inmigración de países donde la brujería es cosa normal (como son países de África, Benín –que es la cuna de la brujería– o países como Haití, República Dominicana…, en Sudamérica Colombia, Argentina…) hay muchísima brujería. Al venir a Europa o al ir a EEUU, ha habido una avalancha porque son personas que están acostumbradas a que si quieren hacer un mal a alguien, van a un brujo y le echan un maleficio. Y como la persona en cuestión tenga puertas abiertas, el maleficio le hace efecto. Si no, le rebota. A veces, cuando tú haces un hechizo de muerte, el hechizo se vuelve contra ti mismo si esa persona está protegida.
¿Cuáles son estas formas de relación con el ocultismo?
El espiritismo, la güija, el Charlie Charlie, las invocaciones expresas a los espíritus inmundos o implícitas, acudir a los curanderos, a los adivinos, el empleo de amuletos, los tatuajes.
¿Los tatuajes?
El tatuaje, aunque no es bueno porque dice la biblia que daña tu cuerpo, no tendría por qué ser puerta para el enemigo el que te hagas un tatuaje. El problema está en que si te tatúas algo de contenido satánico o el tatuador ha tatuado cosas de tipo satánico, ya te contamina. Lo mismo los pirsin. Ese tipo de cosas pueden ser vehículos para que la persona quede afectada. Prácticas como las runas, el tarot, i Ching, cartas astrales, la creencia en el horóscopo, la escritura automática, el curanderismo, talismanes, pirámides, tréboles, herraduras, velas de colores para la suerte, barritas de incienso hinduistas, cuarzos de la suerte, del amor, de no sé qué… la mano de Fátima ¡que se vende hasta en Fátima! Te venden la mano de Fátima con el ojo de Horus, que es una de las deidades egipcias más maléficas, el ojo azul, el ojo turco, las máscaras funerarias tanto africanas como egipcias, los elefantes para la suerte, brujos, brujas, atrapasueños, llamadores de ángeles, hadas… todo tipo de cosas que tengan que ver con el mundo del ocultismo hay que destruirlo.
Ha hablado anteriormente de algo tan extendido como la Nueva Era o New Age.
Hay diversas formas de New Age como el reiki, el yoga, el eneagrama, etc. son teosofías que piensan que la felicidad está en la anulación del yo –y eso es totalmente incompatible–, la meditación zen… El cristiano habla con Dios, no se vacía de sí mismo, no anula su yo. Se han ido introduciendo estas prácticas… vamos, ¡incluso hay parroquias donde tienes «curso de taichí», «curso de no sé qué». Bueno, y no saben que el Tao es relativista, no saben que el yoga –esos ejercicios– son dos de los niveles de un proceso de ocho niveles de la identificación con Bramán, que es un dios que te da la iluminación y te quedas poseído en el último de los niveles, …es decir, son esos recursos, pactos con Satanás, invocaciones con fines maléficos… hay que tener mucho cuidado con estas cosas. También el pentagrama, el pentáculo, la estrella de cinco puntas la han ido introduciendo con la Nueva Era en todas partes, ¡hasta en Navidades! No, no, la estrella del Señor, la estrella de David es de seis puntas, la de cinco es el signo satánico más antiguo de la humanidad.
Tercera puerta de la que uno es responsable: el rencor.
El rencor es lo más tóxico, lo que más envenena y lo que más facilita a los diablos entrar en el corazón de una persona. Por eso, en todo proceso de liberación, además de mirar cómo camina la persona espiritualmente y acompañarla… hay que empezar siempre a trabajar el rencor. El perdón es lo más sanador y el rencor es lo que más daño nos hace.
Recuerdo el caso de una persona con unas enfermedades que los médicos no se explicaban y es que había sido muy maltratada y tenía un rencor terrible que le suscitaba todas esas afecciones, todas esas enfermedades. En cuanto empezó a trabajar el perdón cambió completamente hasta de peso, de aspecto… era otra persona.
Perdonar es un acto de voluntad. Perdonar es una decisión. Yo tomo la decisión de no odiar a esta persona, de no desearle el mal. Tomo la decisión de desearle el bien, desearle la conversión.
Las heridas pueden estar en el subconsciente porque haya sido algo tan duro que no somos capaces de cargar con ello conscientemente o en el inconsciente, que es la etapa desde la concepción hasta los dos o tres primeros meses de vida extrauterina, todos esos fenómenos que se han producido de rechazo el bebé lo ha percibido por neurotransmisores y por hormonas y ahí ha podido generar una herida de rechazo, de rencor, que hay que sanar poniéndola con la oración en manos del Señor. Perdonar a los demás y «perdonar a Dios» porque muchas veces le culpabilizamos de cosas de las que Él no tiene ninguna culpa. Perdonar a Dios es el reconocimiento de que estábamos equivocados, que lo habíamos enfocado mal. Y luego hay que perdonar –que es lo más difícil– perdonarnos a nosotros mismos.
La cuarta puerta: los maleficios.
Hay diversos tipos de maleficios: lo que se llama maleficios de brujería, de magia negra, que es para hacer daño a una persona; un amarre, que es para obtener su amor o para romper un matrimonio, romper una relación afectiva; un entierro, que es para arruinarlo en el orden material; un budú, que es para perturbarlo en su persona, en su cuerpo; un hechizo de muerte para que la persona muera. Todos esos maleficios hay que romperlos con la oración.
Hay muchas maneras de maldecir. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice porque podemos estar autorizando a los demonios a dañar a esas personas.
Hay que destruir esos instrumentos hechizados que muchas veces se emplean para el maleficio, que han dejado en la casa, han introducido un objeto o le han hecho beber o comer un alimento que está hechizado y que hasta que la persona no se libere de ese maleficio va a quedar influenciada, poseída, atada, vejada por el Maligno. Para combatir estos ataques por medio de maleficios ayuda mucho el empleo de los sacramentales.
Los sacramentales exorcísticos principales son el agua, la sal, el aceite y el incienso debidamente exorcizados. Lo puede hacer cualquier diácono o cualquier sacerdote. No hace falta ser exorcista para hacer esa bendición.
La quinta puerta: Las heridas de seno materno.
Es un punto importante. El enemigo aprovecha la fragilidad psicológica de la persona para atacarla. La cultura actual, que es una cultura agnóstica, que le da importancia solo al pensamiento, se olvida de todas las demás dimensiones de la persona. Y esto ha hecho un daño tremendo, ha hecho un daño no valorar, por ejemplo, un bebé que se está gestando, o no valorar una persona que está en coma… pensar que no es persona.
El inconsciente es una de las dimensiones del ser humano más importantes. Es el mundo de los afectos y se gesta principalmente durante la gestación –valga la redundancia– del interesado, del bebé. En la Biblia se habla con mucha frecuencia: «ya en el seno te consagré». Juan Bautista salta en el seno. En la Biblia se reconoce la importancia de esa dimensión de la persona en su estado fetal y los primeros meses de vida extrauterina. Ahora los neurólogos pediátricos están dándole muchísima importancia a las heridas de seno materno. Jesús, hablando con Nicodemo, le dijo que si no renacemos en el agua y en el espíritu no podemos entrar en el Reino de Dios. Renacer en el espíritu. Eso es la sanación de las heridas de seno materno, pedirle al Espíritu Santo a través de la Virgen, que Ella vuelva a gestarnos y que sane todas esas heridas que haya habido durante ese tiempo.
La sexta puerta: las ataduras ancestrales.
Son derechos que tienen los demonios para dañar a los descendientes de la persona que hizo algo especialmente grave. La Iglesia nos invita a rezar especialmente por nuestros ancestros, sanar a nuestros ancestros porque han podido cometer errores, y muy graves, que no solamente les han perjudicado a ellos en el momento de morir sino que han ocasionado un daño a sus descendientes. De esto me he encontrado mucho. Esto lo explica el libro del Éxodo. Dice que las cosas buenas de los padres repercuten en los hijos hasta 1000 generaciones. 1000 es un número de plenitud. ¿Qué quiere decir eso? Que lo bueno no se pierde jamás, siempre va a quedar para los descendientes. En cambio Dios, que es muy bueno, ha puesto un coto, gracias al sacrificio de Cristo. Ha puesto un coto a los ataques. Dice que solo hasta la cuarta generación. A partir de ahí ya no les deja. Hay que rezar por los antepasados para romper esas ataduras que pueda haber hasta la cuarta generación.
¿Es importante que el afectado tenga un acompañamiento espiritual en su parroquia de origen?
Sí, el exorcista no puede hacerlo todo. Es importante que vaya habiendo cada vez una formación mayor, porque no se da formación en los seminarios y eso es importantísimo. No se debería ordenar nadie ni como diácono, ni como presbítero, ni mucho menos como obispo, sin conocer estos temas, sin haber estado presentes en un exorcismo y que sepan cómo sufre la gente y que hay que atenderles. No podemos hablar de misericordia y luego a las personas que más sufren –porque están atacadas directamente en primera persona por los demonios– se les trate como apestados, o como gente que está de la olla, o que se han rayado…
¿Por qué hay que cerrar las puertas?
Para que luego el demonio no vuelva. Porque cuando en la oración se reza, el demonio se tiene que ir, tardará más o menos pero se tiene que ir. Pero si tiene puertas abiertas, regresa. Como dice el Señor en el evangelio de Lucas: «volvió, se encontró la casa limpia pero la puerta abierta y entró con siete más y el final fue peor que el principio». Hay que cerrar las puertas.
¿Cuál debe ser la base sólida para una vida espiritual bien asentada que haga que la persona que haya estado afectada por estos ataques se mantenga fuerte y en pie?
Las cinco piedras que toda persona debe cuidar son la oración (especialmente el rosario de la mano de la Virgen), el ayuno (todos tenemos que ayunar en diversos aspectos de la vida), la vida eucarística (santa Misa, adoración, la comunión eucarística), la confesión sacramental mensual, al menos mensual, la Palabra: la formación, la lectio divina, el dejar escuchar al Señor, el formarse, el conocer cada vez más al Señor.
¿Y para terminar?
Acabaría con una referencia a la Virgen Stma. La presencia de la Virgen en el ministerio de liberación es importantísima. Yo la he notado cómo quiere a la gente, cómo protege, cómo libera, cómo en cuanto se hace presente viene la paz, los demonios huyen aterrorizados. No nos podemos imaginar esa presencia de la Virgen. Yo, en un retiro, le decía a algunos sacerdotes que desde que estaba ejerciendo este ministerio estaba perdiendo la fe. ¿Por qué? Porque fe es creer lo que no se ve. Pero claro, yo estaba ya viendo lo que creía y ya no necesitaba creer en ello pues estaba palpando sobre todo esa acción maravillosa de Ntra. Madre.
D. Javier Luzón
Puertas que se abren al demonio
“Hogar de la Madre” 203 (VII-VIII.2018) 18-23
D. Javier Luzón Peña, sacerdote de la diócesis de Madrid, es también filósofo y profesor de antropología teológica en el Centro de Teología de la Diócesis de Getafe. Desde 1993 hasta 2015, con intervalos, ha ejercido el ministerio exorcístico en la Iglesia, primero en la diócesis de Córdoba y después en Madrid. Es autor del libro «Las seis puertas del enemigo. Experiencias de un exorcista».
Te ofrecemos el testimonio del P. Javier Luzón grabado en el bloque de programas «Entre Profesionales» de HM Televisión, al que puedes acceder entrando en la web http://bit.ly/PuertasQueSeAbrenAlDemonio
¿De qué trata su libro y a quién va dirigido?
A mi entender es el primer manual de exorcística que se publica en la Historia de la Iglesia. Es un manual dirigido a laicos y a sacerdotes, en un lenguaje asequible para aclarar muchas cuestiones sobre las que hay un desconocimiento enorme.
Ministerio de sanación y liberación, ¿hay mucha demanda?
Un dato lo puede aclarar: en Francia, que es un país muy racionalista, en los últimos años han nombrado 90 exorcistas. Es un índice de la demanda tan tremenda que hay.
¿Por qué hay tantas personas afectadas?
Como consecuencia de las prácticas de Nueva Era, del abandono de vida cristiana y de la irrupción de las costumbres animistas y de brujerías de pueblos procedentes de culturas animistas africanas y también sudamericanas donde estas prácticas son muy frecuentes y dejan a la gente afectada.
¿Nos puede introducir en el mundo del ministerio de liberación?
Hay gente que piensa que una persona que tenga una posesión o influencia, algo habrá hecho. A lo mejor no ha hecho nada, es consecuencia de algo de lo que él no tiene ninguna culpa. Por eso hay que discernir. El ataque normal de los demonios es al espíritu, para que nos alejemos de Dios, pero luego los demonios atacan al cuerpo. Este es el tema del ministerio de liberación. Son siete tipos de ataques. La Iglesia ha recibido el poder de Ntro. Señor Jesús para combatir, sanar y liberar a las personas atribuladas por los espíritus inmundos.
¿Cuáles son las diferentes puertas por las que el diablo puede entrar en una persona?
Son siete las afecciones preternaturales (fuera de lo natural) de los demonios contra los seres humanos. Tres son a objetos, animales y plantas y lugares. Es lo que se llama infestaciones. Y cuatro son a las personas.
¿Infestaciones de lugares?
Sí, donde empiezan a experimentarse situaciones raras: objetos que se caen… Recuerdo la habitación de una chica –que vinieron los padres a verme–, donde aquello era una cosa tremenda. Era porque habían estado haciendo güija –los padres no lo sabían– durante año y medio en ese lugar. A veces son infestaciones a objetos, amuletos. Luego puede haber infestación en animales, en plantas… una cosecha que inexplicablemente se pierde de la noche a la mañana, un animal que se vuelve agresivo contra su dueño, cosas así.
Y luego están las cuatro afecciones contra los seres humanos. ¿Cuáles son?
La 1ª es la vejación, lo que le sucedía por ejemplo al Sto. Cura de Ars, que cada vez que venía un penitente de mucho tiempo sin confesar, el demonio le daba una paliza por la noche para que no pudiera levantarse al día siguiente.
Un segundo nivel es la opresión o la influencia diabólicas. Son enfermedades, es un bloqueo, es una ofuscación, inexplicablemente una persona es infiel a su mujer y de pronto queda lo que se llama un amarre, queda atado por otra persona.
En tercer lugar es algo todavía más íntimo: la obsesión diabólica. Obsesión es que tú vas al psiquiatra y te dice: «mire usted, esto no tiene nada que ver conmigo. Esto es una cosa de otro orden». Son obsesiones por temas que el médico dice que no entran dentro de su ámbito de competencia. Y finalmente está la posesión. Cuando el demonio, los demonios –pues suelen ser varios normalmente– toman posesión del cuerpo de la persona.
¿Por qué permite Dios estas vejaciones?
En ocasiones es el interesado, o la familia, la que ha autorizado a los demonios atacar. Pero otras veces no. Como vamos a ver, hay tres puertas en las que el interesado no tiene ninguna culpa y es víctima de aquello, como le ha pasado a muchos santos. Luego, cuando se liberan, el Señor les deja un poder intercesor maravilloso. S. Pío de Pietralcina, por ejemplo, cada vez que lo invocaba en las oraciones, los demonios se aterrorizaban. Muchas veces decían: «¡no, el barbas no!». Ya digo que a veces uno es responsable y otras veces no.
¿Cómo se vence a los demonios?
La victoria es con la oración dirigida a Dios. Es como hay que actuar. No darles protagonismo. Los demonios quieren ser los protagonistas de las personas atribuladas.
Es un ministerio en el que hay que actuar con mucho discernimiento, para discernir por ejemplo lo sobrenatural de lo preternatural, es decir, lo que es una persona que hace un milagro con el poder de Dios, de lo que es un curandero, que cura algo, no milagrosamente, pero sí, mejora, con el poder de los demonios, invocando a los demonios.
¿Cómo distinguirlos?
Pues muy fácil. Si cobran, eso no es de Dios. Y si tienen protagonismo tampoco. La verdadera persona que tiene el carisma de sanación es una persona humilde y además no se le ocurre cobrar jamás. Y, por supuesto, por el ministerio de sanación jamás un sacerdote debe aceptar ningún donativo, nada, absolutamente nada que se parezca a la simonía.
Hay que distinguir el don de profecía de lo que es una pitonisa, un adivino que invoca a los demonios. El profeta es una persona que recibe ese carisma para el bien de los demás. En cambio el adivino, el tarotista, lo que hace es invocar a los demonios, que son los que van a decir lo que sepan y luego van a hacer una maldición, diciendo: «te va a pasar esto». El demonio no sabe lo que te va a pasar pero te maldice para que quedes atado y te suceda aquello porque tú le has autorizado al acudir al tarotista.
Vayamos al tema de su libro: las puertas.
Por la experiencia que he tenido pienso que son seis fundamentalmente: tres de las que uno es responsable (el pecado, el ocultismo y el rencor) y otras tres de las que uno no es responsable (los maleficios recibidos, las heridas de seno materno y las ataduras ancestrales).
Primera puerta: el pecado.
Muchas veces, cuando la gente viene al sacerdote a pedirle oración, vienen pensando un poco que esto es como una varita mágica, un brujo bueno que va a hacer unas oraciones y le va a liberar como por arte de birlibirloque. No, esto no es así. La liberación es un proceso de sanación integral, que requiere primero de todo la conversión. Hace falta poner orden de la vida interior, en la práctica religiosa, si uno está en una situación matrimonial irregular… lo que sea, hay que poner orden. Es lo más importante, ciertos pecados especialmente graves abren las puertas al enemigo para que ataque a la persona que lo ha cometido. Quizá el más problemático es el racionalismo, es decir, la soberbia.
Y si la persona no quiere convertirse, ¿se puede hacer algo?
Mucho. Interceder por él. Cuando el interesado no colabora hay que interceder hasta que empiece a colaborar.
Segunda puerta: el ocultismo.
Por desgracia, hoy día con la invasión de las prácticas de la Nueva Era (New Age) y la venida de mucha inmigración de países donde la brujería es cosa normal (como son países de África, Benín –que es la cuna de la brujería– o países como Haití, República Dominicana…, en Sudamérica Colombia, Argentina…) hay muchísima brujería. Al venir a Europa o al ir a EEUU, ha habido una avalancha porque son personas que están acostumbradas a que si quieren hacer un mal a alguien, van a un brujo y le echan un maleficio. Y como la persona en cuestión tenga puertas abiertas, el maleficio le hace efecto. Si no, le rebota. A veces, cuando tú haces un hechizo de muerte, el hechizo se vuelve contra ti mismo si esa persona está protegida.
¿Cuáles son estas formas de relación con el ocultismo?
El espiritismo, la güija, el Charlie Charlie, las invocaciones expresas a los espíritus inmundos o implícitas, acudir a los curanderos, a los adivinos, el empleo de amuletos, los tatuajes.
¿Los tatuajes?
El tatuaje, aunque no es bueno porque dice la biblia que daña tu cuerpo, no tendría por qué ser puerta para el enemigo el que te hagas un tatuaje. El problema está en que si te tatúas algo de contenido satánico o el tatuador ha tatuado cosas de tipo satánico, ya te contamina. Lo mismo los pirsin. Ese tipo de cosas pueden ser vehículos para que la persona quede afectada. Prácticas como las runas, el tarot, i Ching, cartas astrales, la creencia en el horóscopo, la escritura automática, el curanderismo, talismanes, pirámides, tréboles, herraduras, velas de colores para la suerte, barritas de incienso hinduistas, cuarzos de la suerte, del amor, de no sé qué… la mano de Fátima ¡que se vende hasta en Fátima! Te venden la mano de Fátima con el ojo de Horus, que es una de las deidades egipcias más maléficas, el ojo azul, el ojo turco, las máscaras funerarias tanto africanas como egipcias, los elefantes para la suerte, brujos, brujas, atrapasueños, llamadores de ángeles, hadas… todo tipo de cosas que tengan que ver con el mundo del ocultismo hay que destruirlo.
Ha hablado anteriormente de algo tan extendido como la Nueva Era o New Age.
Hay diversas formas de New Age como el reiki, el yoga, el eneagrama, etc. son teosofías que piensan que la felicidad está en la anulación del yo –y eso es totalmente incompatible–, la meditación zen… El cristiano habla con Dios, no se vacía de sí mismo, no anula su yo. Se han ido introduciendo estas prácticas… vamos, ¡incluso hay parroquias donde tienes «curso de taichí», «curso de no sé qué». Bueno, y no saben que el Tao es relativista, no saben que el yoga –esos ejercicios– son dos de los niveles de un proceso de ocho niveles de la identificación con Bramán, que es un dios que te da la iluminación y te quedas poseído en el último de los niveles, …es decir, son esos recursos, pactos con Satanás, invocaciones con fines maléficos… hay que tener mucho cuidado con estas cosas. También el pentagrama, el pentáculo, la estrella de cinco puntas la han ido introduciendo con la Nueva Era en todas partes, ¡hasta en Navidades! No, no, la estrella del Señor, la estrella de David es de seis puntas, la de cinco es el signo satánico más antiguo de la humanidad.
Tercera puerta de la que uno es responsable: el rencor.
El rencor es lo más tóxico, lo que más envenena y lo que más facilita a los diablos entrar en el corazón de una persona. Por eso, en todo proceso de liberación, además de mirar cómo camina la persona espiritualmente y acompañarla… hay que empezar siempre a trabajar el rencor. El perdón es lo más sanador y el rencor es lo que más daño nos hace.
Recuerdo el caso de una persona con unas enfermedades que los médicos no se explicaban y es que había sido muy maltratada y tenía un rencor terrible que le suscitaba todas esas afecciones, todas esas enfermedades. En cuanto empezó a trabajar el perdón cambió completamente hasta de peso, de aspecto… era otra persona.
Perdonar es un acto de voluntad. Perdonar es una decisión. Yo tomo la decisión de no odiar a esta persona, de no desearle el mal. Tomo la decisión de desearle el bien, desearle la conversión.
Las heridas pueden estar en el subconsciente porque haya sido algo tan duro que no somos capaces de cargar con ello conscientemente o en el inconsciente, que es la etapa desde la concepción hasta los dos o tres primeros meses de vida extrauterina, todos esos fenómenos que se han producido de rechazo el bebé lo ha percibido por neurotransmisores y por hormonas y ahí ha podido generar una herida de rechazo, de rencor, que hay que sanar poniéndola con la oración en manos del Señor. Perdonar a los demás y «perdonar a Dios» porque muchas veces le culpabilizamos de cosas de las que Él no tiene ninguna culpa. Perdonar a Dios es el reconocimiento de que estábamos equivocados, que lo habíamos enfocado mal. Y luego hay que perdonar –que es lo más difícil– perdonarnos a nosotros mismos.
La cuarta puerta: los maleficios.
Hay diversos tipos de maleficios: lo que se llama maleficios de brujería, de magia negra, que es para hacer daño a una persona; un amarre, que es para obtener su amor o para romper un matrimonio, romper una relación afectiva; un entierro, que es para arruinarlo en el orden material; un budú, que es para perturbarlo en su persona, en su cuerpo; un hechizo de muerte para que la persona muera. Todos esos maleficios hay que romperlos con la oración.
Hay muchas maneras de maldecir. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice porque podemos estar autorizando a los demonios a dañar a esas personas.
Hay que destruir esos instrumentos hechizados que muchas veces se emplean para el maleficio, que han dejado en la casa, han introducido un objeto o le han hecho beber o comer un alimento que está hechizado y que hasta que la persona no se libere de ese maleficio va a quedar influenciada, poseída, atada, vejada por el Maligno. Para combatir estos ataques por medio de maleficios ayuda mucho el empleo de los sacramentales.
Los sacramentales exorcísticos principales son el agua, la sal, el aceite y el incienso debidamente exorcizados. Lo puede hacer cualquier diácono o cualquier sacerdote. No hace falta ser exorcista para hacer esa bendición.
La quinta puerta: Las heridas de seno materno.
Es un punto importante. El enemigo aprovecha la fragilidad psicológica de la persona para atacarla. La cultura actual, que es una cultura agnóstica, que le da importancia solo al pensamiento, se olvida de todas las demás dimensiones de la persona. Y esto ha hecho un daño tremendo, ha hecho un daño no valorar, por ejemplo, un bebé que se está gestando, o no valorar una persona que está en coma… pensar que no es persona.
El inconsciente es una de las dimensiones del ser humano más importantes. Es el mundo de los afectos y se gesta principalmente durante la gestación –valga la redundancia– del interesado, del bebé. En la Biblia se habla con mucha frecuencia: «ya en el seno te consagré». Juan Bautista salta en el seno. En la Biblia se reconoce la importancia de esa dimensión de la persona en su estado fetal y los primeros meses de vida extrauterina. Ahora los neurólogos pediátricos están dándole muchísima importancia a las heridas de seno materno. Jesús, hablando con Nicodemo, le dijo que si no renacemos en el agua y en el espíritu no podemos entrar en el Reino de Dios. Renacer en el espíritu. Eso es la sanación de las heridas de seno materno, pedirle al Espíritu Santo a través de la Virgen, que Ella vuelva a gestarnos y que sane todas esas heridas que haya habido durante ese tiempo.
La sexta puerta: las ataduras ancestrales.
Son derechos que tienen los demonios para dañar a los descendientes de la persona que hizo algo especialmente grave. La Iglesia nos invita a rezar especialmente por nuestros ancestros, sanar a nuestros ancestros porque han podido cometer errores, y muy graves, que no solamente les han perjudicado a ellos en el momento de morir sino que han ocasionado un daño a sus descendientes. De esto me he encontrado mucho. Esto lo explica el libro del Éxodo. Dice que las cosas buenas de los padres repercuten en los hijos hasta 1000 generaciones. 1000 es un número de plenitud. ¿Qué quiere decir eso? Que lo bueno no se pierde jamás, siempre va a quedar para los descendientes. En cambio Dios, que es muy bueno, ha puesto un coto, gracias al sacrificio de Cristo. Ha puesto un coto a los ataques. Dice que solo hasta la cuarta generación. A partir de ahí ya no les deja. Hay que rezar por los antepasados para romper esas ataduras que pueda haber hasta la cuarta generación.
¿Es importante que el afectado tenga un acompañamiento espiritual en su parroquia de origen?
Sí, el exorcista no puede hacerlo todo. Es importante que vaya habiendo cada vez una formación mayor, porque no se da formación en los seminarios y eso es importantísimo. No se debería ordenar nadie ni como diácono, ni como presbítero, ni mucho menos como obispo, sin conocer estos temas, sin haber estado presentes en un exorcismo y que sepan cómo sufre la gente y que hay que atenderles. No podemos hablar de misericordia y luego a las personas que más sufren –porque están atacadas directamente en primera persona por los demonios– se les trate como apestados, o como gente que está de la olla, o que se han rayado…
¿Por qué hay que cerrar las puertas?
Para que luego el demonio no vuelva. Porque cuando en la oración se reza, el demonio se tiene que ir, tardará más o menos pero se tiene que ir. Pero si tiene puertas abiertas, regresa. Como dice el Señor en el evangelio de Lucas: «volvió, se encontró la casa limpia pero la puerta abierta y entró con siete más y el final fue peor que el principio». Hay que cerrar las puertas.
¿Cuál debe ser la base sólida para una vida espiritual bien asentada que haga que la persona que haya estado afectada por estos ataques se mantenga fuerte y en pie?
Las cinco piedras que toda persona debe cuidar son la oración (especialmente el rosario de la mano de la Virgen), el ayuno (todos tenemos que ayunar en diversos aspectos de la vida), la vida eucarística (santa Misa, adoración, la comunión eucarística), la confesión sacramental mensual, al menos mensual, la Palabra: la formación, la lectio divina, el dejar escuchar al Señor, el formarse, el conocer cada vez más al Señor.
¿Y para terminar?
Acabaría con una referencia a la Virgen Stma. La presencia de la Virgen en el ministerio de liberación es importantísima. Yo la he notado cómo quiere a la gente, cómo protege, cómo libera, cómo en cuanto se hace presente viene la paz, los demonios huyen aterrorizados. No nos podemos imaginar esa presencia de la Virgen. Yo, en un retiro, le decía a algunos sacerdotes que desde que estaba ejerciendo este ministerio estaba perdiendo la fe. ¿Por qué? Porque fe es creer lo que no se ve. Pero claro, yo estaba ya viendo lo que creía y ya no necesitaba creer en ello pues estaba palpando sobre todo esa acción maravillosa de Ntra. Madre.